Sobre escribir porque se comprende.

Melody Rodríguez
3 min readApr 28, 2020

--

Escribir me parece cada vez más difícil. Antes yo escribía como un rayo, no podía parar desde que empezaba hasta que terminaba. Es verdad que siempre eran textos cortos y muy viscerales. Es verdad, también, que salían desde la profunda desesperación y tristeza. Ahora ya no, no estoy desesperada ni necesito soltar textos como rayos para poner en orden lo que me pasa. Miento. Sí que necesito escribir para poner en orden, pero ya no estoy enfadada conmigo ni con nadie. Ya no tecleo o cojo un bolígrafo buscando culpables, eso ha desaparecido. ¿Ha desaparecido por tanto “mi” escritura? ¿Ahora que no estoy hundida soy incapaz de escribir? Pienso todo el tiempo en que estoy escribiendo, en mi cabeza siempre hay un texto elaborándose. Incluso sueño que escribo. Pero nunca lo hago, no soy capaz. ¡Antes me era tan fácil! No pensaba en escribir, simplemente lo hacía ¡antes! ¡antes! Ya no puedo escribir sin pensar, por eso pienso más que escribo. El fuego en el que se calentaban mis textos eran la profunda incomprensión. El dolor de saberse herida e indefensa, de no poder ir más allá de donde se está apresada.

Creo que tengo que asumir que no voy a volver a estar tan herida de muerte como para escribir sin pensar, como para que las palabras me salgan a escopetazos. Ya no estaré tan rota y debo volver a aprender a escribir. Las palabras ya no se cuecen en el pozo de la desesperación y el enfado. Escribo desde la comprensión o desde el deseo de comprender. Si escribo es porque he ganado alguna conclusión, algún rayo de luz me ha atravesado. Estoy comprendiendo la fenomenología de mi cuerpo, desde el que se desplegaban todos los conflictos. No digo que ya no sienta dolor, que ya no desespere a veces. Digo que ahora las palabras son luminosas, el dolor ya no tiene forma de pozo sino que está en apertura con mi mundo circundante. No hay un diálogo yo-yo, precisamente porque hablo desde un yo que ha logrado comprender algo.

Si ya no parto desde el punto del que partía antes para el proceso de escritura, debo acceder a una nueva forma (si realmente quiero escribir algo). Se acabó la escritura como un rayo, ahora debo amasar y dar forma a cada palabra como si estuvieran hechas de cerámica. Eso es, mi escritura ahora debe seguir el proceso de la alfarería. Debo dar forma a mi escritura y rumiar cada palabra con la misma insistencia con la que se da forma a una pieza de barro, dejando que intervenga primero el agua, luego el aire y luego el fuego. De ahí saldrá algo más o menos valioso, pero al menos habré aprendido a escribir de nuevo. Desde este yo que ya no se desintegra, que escribe para arrojar algo de luz a lo que una vez fue tan opaco. Desde este yo que piensa más textos de los que escribe, porque ya no necesita la escritura para afirmar la vida.

--

--